This Day in History: 2019-03-27

27 de Marzo de 1901 – Nace Enrique Santos Discepolo, en el barrio porteño de Balvanera, Ciudad de Buenos Aires. Compositor, músico, dramaturgo y cineasta. Conocido por su apodo: «Discepolin»

Tras fallecer sus padres, su hermano Armando, varios años mayor, se convirtió en su maestro, lo guió por el camino de la cultura y le descubrió la vocación por el teatro. Con él dio sus primeros pasos como actor en 1917. En 1918 escribió sus primeras obras de teatro: El señor cura, El hombre solo y Día feriado. En 1920 actuó en la obra Mateo, escrita por su hermano. Prosiguió escribiendo para el género teatral y al mismo tiempo, en 1925, compuso la música del tango “Bizcochito” y la letra y la música de “Que vachaché”.

Obras: Cafetín de Buenos Aires (con Mariano Mores) – Cambalache – Canción desesperada – Chorra – El Choclo (con Juan C. Marambio Catan y Ángel Villoldo) – Esta noche me emborracho – Justo el treinta y uno (con Raimundo Radaelli) – Lunes – Malevaje (con Juan de Dios Filiberto) – Que vachaché – Soy un arlequín – Sueños de juventud – Uno (con Mariano Mores) – Yira, yira, entre otras.

27 de Marzo de 1972 – Aparece el libro «El Payador Perseguido», escrito por Atahualpa Yupanqui.

Es un largo poema autorreferencial, donde narra las vicisitudes de su vida, desde sus orígenes, sus inquietudes y distintas situaciones que lo llevaron a recorrer el país para escapar al hambre, persecuciones y finalmente, para encontrarse a sí mismo.

En este recorrido habla de la belleza del país, tanto por su cambiante paisaje según las diversas provincias por donde anduvo, como por la entereza de sus gentes.

Así pasa a describir el arquetipo del criollo, del gaucho, la influencia del coya y mostrarnos la extrema pobreza en la que están sumidos.

Y frente a esa pobreza, destaca la responsabilidad del cantor de ser honesto consigo mismo y con su pueblo, como traductor de esa situación, porque no son genuinos los cantares de la tierra si solamente se describe el paisaje sin traducir sus sufrimientos.

El poema subraya el valor del silencio como manifestación de la soledad del hombre de campo, que no permite que nadie intente penetrar la sagrada zona de su corazón o descubrir de golpe sus pensamientos íntimos. Se puede dialogar sobra la naturaleza, los potros, y los pastos. Lo demás se calla, se guarda, se soporta en silencio.