Antonio Tormo nació el 18 de septiembre de 1913 en General Gutiérrez, provincia de Mendoza. Su padre, oriundo de Valencia, España, era empleado de la bodega Giol y falleció tres meses antes de que Antonio naciera.
En 1923 la famila Tormo se radicó en San Juan, y Antonio estudió en una escuela secundaria de esa ciudad, donde obtuvo el título de tonelero, lo que le permitió ocupar el mismo puesto de su padre en la bodega Giol poco tiempo despés de recibirse. Se alojaba en la casa de Diego Manuel Benítez, quien luego usaría el seudónimo Diego Canale, y juntos formaron el dúo Tormo-Canale, aunque sin dejar de trabajar en la bodega. Se presentaron en un concurso de LV10 Radio de Cuyo, donde fueron contratados de inmediato, y en 1934 fueron a San Juan para emplearse en la bodega El Globo Ltda. a la vez que actuaban dos veces por semana en LV1 Radio Graffigna.
En 1937 deciden probar suerte en Buenos Aires, y allí Eusebio de Jesús Dojorti (quien con el seudónimo de Buenaventura Luna se haría famoso) los integró al conjunto «La Tropilla de Huachi Pampa», de la que formaban parte, además de Antonio Tormo y Diego Canale, Remberto Narváez, José Samuel Báez y José Castorina (conocido como el «Zarco Alejo»). Debutaron en octubre de ese año en Radio El Mundo, y ante el éxito obtenido dos años más tarde la emisora puso en el aire «El Fogón de los Arrieros», programa conducido por Buenaventura Luna y en el actuaba «La Tropilla de Huachi Pampa».
En 1942 se disuelve el conjunto y Antonio Tormo vuelve a San Juan decidido a abandonar la profesión de cantor. Debido a que el terremoto de 1944 había destruido gran parte de la ciudad de San Juan, y también las bodegas, Tormo debió trabajar en una bicicletería instalada por sus hermanos. Al año siguiente se casó con Elena Casella, y decidió retornar al canto, actuando con gran éxito en Radio Aconcagua, tanto de público como de audiencia. En 1947 volvió a Buenos Aires, ahora como solista, para actuar en LR4 Radio Splendid y después en LR3 Radio Belgrano, y también graba sus primeros discos en RCA Víctor. Eran discos de pasta, de 78 revoluciones por minuto, que tenían solamente dos temas por unidad, el primero de los cuales tenía «El jarillero» y «¡Ay, que se va!», cuya estrofa inicial luego sería su «saludo musical» con el que comenzaba sus audiciones radiales.
En 1949 Antonio Tormo grabó «Los ejes de mi carreta» y el vals «Amémonos», con tanta repercusión en el público que los discos vendidos pasaron del millón. A este le siguió otro con «Mis Harapos» y «Mama vieja», la zamba de Lito Bayardo, también con gran difusión. Pero su máximo éxito en el disco lo lograría en 1950 con «El rancho e’ la Cambicha«, el chamamé de Mario Millán Medina, del cual se vendieron cinco millones de discos, un récord no solamente para la época sino en toda la historia discográfica argentina.
Cuando un cantor llegaba a ser muy popular solía añadirse a su nombre una frase que lo identificaba, entonces Carlos Gardel era «el zorzal criollo», Agustín Magaldi «la voz sentimental de Buenos Aires», Ignacio Corsini «el caballero cantor», y Antonio Tormo era «el cantor de las cosas nuestras», como lo llamó Armando Tejada Gómez. Y es que hasta ese momento el folclore no había tenido una difusión masiva en el país, pero el éxito logrado por Antonio Tormo con sus grabaciones, que se difundían en todas las emisoras del país, tuvo una gran repercusión en todo el país. Todo el mundo cantaba zambas, cuecas, valses criollos y chamamés, ayudándose con las letras que publicaba el «Alma que canta». Esto coincidió con la llegada masiva de provincianos que venían a trabajar a la Capital, a quienes algún político de la época llamó «el aluvión zoológico», y las clases altas les aplicaron el calificativo de «cabecitas negras». Pero también los llamaban «veinte y veinte», porque cuando iban a un bar donde había máquinas pasadiscos (también llamadas «rockolas») compraban veinte centavos de pizza y otra moneda de veinte la utilizaban para escuchar un disco de Antonio Tormo.
El propio Tormo daría luego testimonio de esto, al decir que él se había transformado en el vocero de esos provincianos que iban a Buenos Aires a trabajar. Y es que las letras de varios de sus temas, como «La limosna», «Mis harapos», o «El huérfano», representaban un testimonio de una realidad social, y quienes la vivían de cerca se identificaban con esas canciones. Una realidad social que lamentablemente permanece, con variantes, pero si se repasan las letras mencionadas podrá verse que siguen teniendo vigencia, pues aunque el lenguaje utilizado pueda parecer anticuado lo que importa es el contenido.
Esta identificación con quienes en su mayoría eran peronistas fue el motivo por el cual, luego del golpe de estado de 1955, Antonio Tormo fuera prohibido por el gobierno militar que asumió el mando del país luego de la llamada «Revolución Libertadora». El cantante más popular del país pasó al ostracismo por un decreto militar, y aunque luego vinieron gobiernos democráticos Antonio Tormo llevaba el estigma de haber sido identificado con el peronismo, y pasaron muchos años antes de que se le volviera a escuchar en las radios, porque incluso se habían destruido las matrices de sus discos. Recién después de 1983, casi treinta años después, Antonio Tormo fue nuevamente reconocido y aparecieron recopilaciones de las grabaciones de pasta, ahora en LP de doce temas cada uno.
Pero «el cantor de las cosas nuestras» tenía una voz privilegiada, que se mantuvo casi intacta a pesar del tiempo transcurrido, y porque siguió haciendo sus ejercicios vocales. Eso le valió poder cantar en el mismo registro de voz de sus primeros discos, algo poco frecuente en un cantor de edad avanzada. De manera que Antonio Tormo volvió a grabar sus viejos éxitos y también canciones nuevas en discos como «Caudillo montonero» o «El caminante».
Coincidiendo con su octogésimo cumpleaños, en 1993 Antonio Tormo tuvo el reconocimiento que durante mucho tiempo se le había negado como el gran artista que era, ahora en forma de premios y designaciones honorarias que se citan a continuación. Ciudadano Ilustre de la ciudad de San Juan; Benefactor de la Cultura y Tradición Sanjuanina (otorgado por el Congreso de San Juan); la Ciudad de Panquehua de la provincia de Mendoza pone su nombre a una calle; recibe el Premio ACE por su vigencia; y la Cámara de Senadores de la Nación le otorga la Medalla y Diploma de Honor en homenaje a su vasta trayectoria. Esto fue el principio de una sucesión de premios y reconocimientos que Antonio Tormo fue recibiendo hasta su fallecimiento, a los 90 años, el 15 de noviembre de 2003.